Siempre supe que una parte
de mi estaba muerta. Lo supe desde que un día salí a la calle y vi una manada
de cuervos negros que revoloteaba sobre mi cabeza. Desde entonces tengo los
pensamientos más negros y el alma mas oscura.
Desde aquel día mi percepción de la gente son sombras
alargadas que cruzan de un lado a otro. A veces no logro entender donde van…o
donde voy yo.
Un día te conocí a ti.
Eras una de esas personas que te retuercen las sábanas, que te contagian las
canciones, que te pintan de colores. Pude ver un espejismo sobre el amor.
Pero tus recuerdos se borran,
por eso comprendo la parte sin vida de mi vida. Por más que intento recordar
tus besos en mis caderas, tus caricias en mis dedos, tus palabras en mis ojos…se
han ido…supongo que cuando te fuiste tú.
Me he rajado tantas veces
el corazón que he ido perdiendo trozos por ciudades grises. Y ese gris es el
que se me mete hoy en el alma. Tu silencio golpea, lento y fuerte, y el gris
oprime mi corazón…ese que hace semanas te gritó que te quería.
Los sabios del corazón me
han querido medir cuánto te quiero. Maldita sea, ¿cómo pueden saber ellos lo
que te quiero? ¿Cómo lo puedes saber tú?
Debí darme cuenta esta
madrugada, mientras los kilometros separaban nuestras camas de que algo no iba
bien. De que el gris me estaba absorviendo, de que me estaba cayendo dentro.
He medido las distancias
que nos separan a oscuras y te he escrito una canción. Te he buscado dentro del
whisky que bebes y en el humo que se escapa de mis labios. Y no estabas.
Seguías siendo invisible y yo seguía estando muerta.
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