Entonces llega un momento en el que algo o
alguien te devuelve la sonrisa. Siempre ha estado ahí, no sabes muy bien como o
cuando llegó, no recuerdas cuando fue la primera vez que lo viste, pero de
repente brilla, prestas atención y te das cuenta de que tu sonrisa estaba a la
vuelta de la esquina impregnándose poco a poco de su piel y su luz. Sabes que
probablemente sea una ilusión más desvanecida en el camino, pero que bien
sientan los pasos cuando intentas alcanzarle. No sé si te has escapado de un
pasaje de Shakespeare y te apareces ante mi como el sueño de una noche de
verano mezclándote con sudor y risas. Y tampoco sé si estos cosquilleos
frenéticos tienen una fecha de caducidad próxima. Pero puedo decirte que me
encanta que mis ojos te persigan sin que lo sepas, buscándote en oscuridades
cuando juegas al escondite y saber que el roce de tus dedos me hace revivir mil
vidas que creía perdidas.
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