Marcos entró en mi vida como un huracán que arranca tejados y lo deja todo desolado. Era
de esas personas con magnetismo innato. Él movió los cimientos de mis
convicciones, de mis ilusiones, de mi fe y de mi misma. Me traía ese aire nuevo
que había ido dejando en relaciones que duran lo que dura lanzar una moneda al
aire de la que siempre salía la cruz y cargaba de mentiras y frustraciones.
Había ido perdiendo la cuenta de los hombres con los que me
vi en los asientos traseros de mi coche. Siempre sexo rápido. Siempre sin
sentimientos. Vendiendo mi cuerpo, mis caricias, mis gemidos al mejor postor de
esos sábados tristes, en los que después de ver cualquier pastelón de película,
el primero que enlazaba dos palabras seguidas implicando algún tipo de contacto
se llevaba el “sí”. Ellos venían cargados de oscuras perversiones, a las que yo
accedía por la necesidad de evadirme de mi realidad. Y casi siempre terminaba
sentada en la escalera al despedirme de ellos escuchando ese “ya te llamaré”
llorando y deseando no sentirme una cualquiera mendigando cariño.
La primera vez que vi a Marcos yo paseaba al lado de uno de
aquellos ligues esporádicos. La noche no iba demasiado bien. Como siempre yo
hablaba demasiado, y él parecía tener su máximo interés en llegar a la parte
final de aquel encuentro. La verdad es que no recuerdo de que hablaba cuando
pasó por mi lado, rozándome sin querer. Fue uno de esos momentos eléctricos,
que te dejan sin respiración, sin palabras, incluso sin vida si no fuera porque
desde entonces sabes que él respiraba el mismo aire que tú…en algún lugar de
aquella ciudad. Aquella noche me despedí sin dar ningún beso, y no sé realmente
si aquella cita fue mal por aquel tío serio, por mí o porque tenía el deseo
irrefrenable de salir corriendo y buscar a aquella persona de la que sólo toqué
un centímetro de su piel…pero que pondría después mi mundo del revés.
Desde entonces supe
que tenía que encontrarle. No sabía su nombre, ni donde vivía, ni quien era…a
veces incluso no sabía si era real. Pero el recuerdo del contacto de su piel me
hacía darme cuenta de que si no lo encontraba, nunca iba a volver a sentir
aquella descarga que el provocaba en mí. No supe hasta entonces que mi fe en el
destino iba mucho más allá de lo que pensaba y sabía que aquel chico raro y yo
nos encontramos como una casualidad, pero mi camino se ligo al de él sin yo
quererlo, sin ser intencionado…como cuando se ligan los sentimientos con los de
otras personas, sin que nos demos cuenta.
Estuve a punto de perder la esperanza cuando pasaron unos
meses y nunca más volví a encontrarme al chico raro. Lo llamaba así porque no
sabía su nombre, y porque supongo que la rara era yo y preferí traspasárselo a
él hasta que supiera quien era.
Y un día de esos que
no tienen nada de especial. Que te despiertas con la intención de hacer lo
mismo, de vivir lo mismo, de pensar lo mismo…llegó él.
Era fotógrafo. La segunda vez que lo vi tenía la cámara en
la mano y una bicicleta al lado. Realizaba fotos en un puente que había cerca
de mi casa. Era un día de septiembre nublado. El verano me había parecido el
más frío que había pasado. Puede que los besos congelados en las madrugadas en
las que no estaba sola habían contribuido a disfrazar aquellos días con un
traje de invierno que amenazaba con quedarse el resto de mi vida. Y allí estaba él…rodeado por esa energía
eléctrica que tanto me atraía…era ese imán que reclama a otro, esa luz que me
atrapaba como si yo fuera un insignificante insecto, y él el sol mas brillante
que había visto jamás.
Y supe desde ese momento que quería pasar el resto de mis
días con él.
No sé porque he escrito
la Historia Rara del Chico Raro que le robó el nombre al Amor. Una mañana me
desperté y ahí estaban enlazadas todas las palabras que contaban todo lo que me
pasa con el, todo lo que me puso pasar, o todo lo que me pasará. Puede que Marcos exista, o puede que tan sólo fuera
un sueño de una noche de insomnio. Puede que algún día lo encuentre, o puede
que ya esté a mi lado. Tan sólo hay una cosa clara...es una historia de
sentimientos, esos que creía que había perdido para siempre...así que Marcos me
recordó que aún estaban...en alguna parte de mí...
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