domingo, 1 de diciembre de 2013

Sobre cuervos negros.

Siempre supe que una parte de mi estaba muerta. Lo supe desde que un día salí a la calle y vi una manada de cuervos negros que revoloteaba sobre mi cabeza. Desde entonces tengo los pensamientos más negros y el alma mas oscura.
 Desde aquel día mi percepción de la gente son sombras alargadas que cruzan de un lado a otro. A veces no logro entender donde van…o donde voy yo.
Un día te conocí a ti. Eras una de esas personas que te retuercen las sábanas, que te contagian las canciones, que te pintan de colores. Pude ver un espejismo sobre el amor. 
Pero tus recuerdos se borran, por eso comprendo la parte sin vida de mi vida. Por más que intento recordar tus besos en mis caderas, tus caricias en mis dedos, tus palabras en mis ojos…se han ido…supongo que cuando te fuiste tú.
Me he rajado tantas veces el corazón que he ido perdiendo trozos por ciudades grises. Y ese gris es el que se me mete hoy en el alma. Tu silencio golpea, lento y fuerte, y el gris oprime mi corazón…ese que hace semanas te gritó que te quería.
Los sabios del corazón me han querido medir cuánto te quiero. Maldita sea, ¿cómo pueden saber ellos lo que te quiero? ¿Cómo lo puedes saber tú?
Debí darme cuenta esta madrugada, mientras los kilometros separaban nuestras camas de que algo no iba bien. De que el gris me estaba absorviendo, de que me estaba cayendo dentro.

He medido las distancias que nos separan a oscuras y te he escrito una canción. Te he buscado dentro del whisky que bebes y en el humo que se escapa de mis labios. Y no estabas. Seguías siendo invisible y yo seguía estando muerta.

sábado, 2 de noviembre de 2013

¿Hasta cuando?

Yo sabía que no volvería a verle. Hay personas que irremediablemente están destinadas a entrar durante un tiempo limitado en tu vida. Llegan, te tocan con su magia y desde ese momento estas perdido. Intentas abrazarlas fuerte, ponerle cadenas, reternerles a tu lado. Pero lo único que consigues es que se vayan un poco mas lento...puede que esto deje mas daño a su paso...Porque al final tarde o temprano...se deshacen de tu abrazo y les pierdes...y ni siquiera sabes que decir al despedirte porque hasta nunca es hasta nunca...pero adiós ¿hasta cuando es?

sábado, 19 de octubre de 2013

Incertidumbres.

Un día volviste con los ojos llenos de promesas.
Prometías universos infinitos.
Prometías no alejarte de mí, y que yo sería siempre tuya.
Venías con las manos llenas de caricias y en tus labios se guardaban esos besos que me ibas a dar.
Yo te miré,  y siempre supe que andabas en la delgada línea entre lo fugaz y lo eterno.
Y el tiempo ganó la partida.
Me odié por esperarte a todas horas.
Me sentaba en las escaleras de la vuelta de la esquina, por si aparecías de repente...por volver a sentir la sorpresa de verte venir.
Nunca doblaste aquella esquina.
Me odiaba esperándote amor.
Yo no era más que una sombra de mi, contando minutos y segundos que parecían otoños inacabados.
Supongo que me olvidaste.
Joder yo nunca pude olvidarte, ¿como iba a hacerlo? Tú te llevaste el universo cuando me dijiste te quiero.
Ahora esas palabras no son más que ocho letras. Ahora es demasiado tarde para amarnos.
Ni siquiera sé si te conozco, o tan solo eres un extraño…Y es esa incertidumbre…esa  la que me ahoga esta noche.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Por si me olvidas.

Si tú me olvidas quiero que sepas una cosa.
Que esta soledad me consumirá .
Que hacerte el amor será mi primer pensamiento por la mañana y el último antes de dormir.
Que te esperaré en cada esquina, por si algún día apareces por sorpresa.
Que me consumo entre sudores fríos cuando veo tu ausencia dibujada en mi puerta.
Que pudimos haber sido todo lo que soñabas, y que durante instantes fugaces quizás lo fuimos.
Yo podría haberme convertido en eso que tú buscabas, si algún día me lo hubieras pedido. Podíamos haber reído, como la primera vez que escuchaste mi voz por teléfono y decías que podías intuir mi sonrisa sin verme.
Y que una vez amé, y tu perfume impregna esas tres letras que ahora ignoras. Olvidar no es dejar de amar, recuérdelo siempre. 


miércoles, 25 de septiembre de 2013

Sonrisas Melancólicas.



- Dime ¿Porqué estas sonriendo?
- Hoy me he dado cuenta de algo.
- ¿Y porque te hace tan feliz?
- Porque hoy he entendido que él respira, que en alguna parte de este mundo él está respirando. El mismo aire que con sus vaivenes quizás llegue a mi. Puede que llegue cada noche, cuando me entran escalofrios si imagino esa cara tan perfecta…como pintada…como si se hubiera escapado de algún museo. Este dolor en las entrañas no puede significar otra cosa…es ese amor desmedido de los amores imposibles, el que no se cuenta a besos…el que se sueña, se anhela y se vive de forma desgarradora. Sonrío, sí. Con esa sonrisa melancolica de lo que se sabe lejos, pero de lo que se sabe cierto.
- ¿ Y qué es cierto?
- Que le amo. Con toda la fuerza del mundo, como se ama a la idea de la revolución de los brazos en alto y el puño cerrado. Irremediablemente, le amo. 





martes, 24 de septiembre de 2013

Coartadas mágicas.

Aún no lo sabes pero estábamos, estamos y estaremos destinados a estar juntos. Mis sueños me lo cuentan, mis parpadeos lo intuyen. Siempre tuve un sexto sentido amor, así que puedes mirar en todas las direcciones posibles, andar en lineas rectas por caminos fáciles, pero no dudes que algún día volverás al laberinto de las emociones...volverás a mi. Ah! y una cosa, por las noches te sueño y hago de ti lo que quiero, no dudes que el universo siempre conspira a favor de los soñadores...y que la magia siempre ha sido mi coartada.





lunes, 23 de septiembre de 2013

La Historia Rara del Chico Raro que le robó el nombre al Amor. Parte 2: Anticiclones de invierno.





No recuerdo muy bien como nos enamoramos. Tal vez yo fuera lo suficientemente valiente como para plantarme delante de aquel chico con la cámara en la mano y le dije que quería pasar toda mi vida con él. Tal vez fue él ,el que se acercó a mí y con la excusa de pedirme una dirección, me terminó pidiendo una cita. Tal vez el destino quiso que tropezáramos el uno con el otro. Una explicación de cómo nos enamoramos os serviría de poco, puesto que el amor no concibe explicación alguna. No tiene una fórmula exacta, cuando llega…sabes que ha llegado…y es ahí cuando empiezas a recordar.
Marcos y yo pasábamos la mayor parte del tiempo juntos. Por alguna extraña razón aquel chico moreno y alto de ojos oscuros e inciertos se enamoró de mí, una chica rubia bajita y de ojos verdes tristes. A veces nos quedábamos mirando el uno al otro a los ojos, sin decir nada, en silencio…dicen que cuando puedes estar en silencio como lo estábamos nosotros es que la gente se entiende con la mirada. Y en cierto modo así era. Yo lograba ver que era un chico con inquietudes, siempre despierto, esperando cualquier momento perfecto que inmortalizar. Sus ojos me hablaron de sus amores pasados, del dolor de alguna que otra mujer que pasó por su vida, de cómo me quería a mi. Cuando se reía se le formaban unas pequeñas arrugas alrededor, que dejaban empezar a ver que el tiempo siempre pasaba para todos y que a mi me parecían algo así como la octava maravilla del mundo.
Recuerdo su apartamento. No tenía cama. Prácticamente vivíamos en un colchón en el que dormíamos en el suelo. El tenía  grandes sueños con la fotografía. Decía que viajaríamos por todo el mundo de la mano, y que montaría exposiciones importantes. Y yo me sentaba y le escuchaba hablar entusiasmado, mientras me perdía en aquella voz ronca y profunda que conseguía erizarme la piel.
Marcos era un soñador, tanto como lo había sido yo antes de ir vendiendo sueños a los mejores postores. Y de alguna manera, aquellos sueños que el tenía me contagiaron de un aire tan nuevo, tan olvidado…que de la mano cerrábamos los ojos y dejaba que me transportara a mil mundos que él inventaba sólo para mí. Un día me contó una historia sobre una princesa destronada, a la que el rey no consiguió encontrarle un marido de la corte, porque ella no podía dejar de pensar en una rana de ojos grandes y oscuros que la había cautivado con cantos por las noches. Y así inventando historias de princesas, ranas y finales sin final…él me hacía soñar con esa fuerza que había perdido.
Otras veces, no me contaba historias para que me riera y soñara. Esas veces Marcos se sentaba a mi lado, entrelazaba sus dedos con los míos y me leía pasajes de Julio Cortázar consciente de que era mi escritor favorito y amaba sus palabras susurradas en su voz. Luego me hacía el amor lento, empapándome de él, de cada roce de su cuerpo, de cada centímetro de su piel.
La verdad es que Marcos era muy pasional. Podíamos vivir días horizontales…piel con piel, sintiéndonos, queriéndonos, respirándonos, gimiendo el uno por el otro  y dándonos placer hasta que el sueño o el cansancio nos visitaba.
Me hacía café por las mañanas. Él lo tomaba siempre sólo, sin azúcar y me decía que en sus mañanas la dosis de dulzura la ponían mis besos de buenos días.
Nunca utilizábamos nuestros nombres. Yo desordene las letras del suyo, y con la palabra amor me bastaba, pues desde el principio se había convertido en un ladrón del significado de aquel sustantivo que ahora era suyo. Y el me llamaba pequeña, decía que cuando lo abrazaba mi cabeza quedaba justo al lado del corazón y de allí salía aquella palabra que a mí me cautivaba al escucharla salir de sus labios.
Una de las cosas que mas me gustaban era su originalidad en todos los aspectos de su vida. No teníamos mucho dinero y no nos podíamos permitir muchas cosas pero cuando queríamos viajar, el cogía un coche viejo que tenía y conmigo al lado simplemente conducía por carreteras secundarias, con las ventanillas bajadas, cantando a la vez, con mis pies en el salpicadero y mostrándome paisajes que no sabia que existían.  Me tocaba las rodillas mientras conducía, gestos simples que a mi me parecían que tenían un mundo entero concentrado. Y lo mismo me daba que fuéramos al este o al oeste si el había desordenado mis puntos cardinales cuando entró en mi vida.
Cuando no me daba cuenta me echaba fotos. Odiaba que hiciera eso. La mitad de las que tenía yo salía con la boca abierta, intentando taparme y diciendo “no”…pero a él le hacía reír…y yo por esa risa…por su risa… habría sido capaz de contar todos los granos de arena del mundo y beber el agua de los siete mares.
Me encantaba el intercambio de notas que nos dejábamos el uno al otro. A mí siempre me costó expresar sentimientos con la voz. Era amante de las palabras escritas y así lo comprendió él. Y aunque nos decíamos te quiero en suspiros de medianoche, nos gustaba dejarnos mensajes cifrados con los que sacarnos mutuamente sonrisas.
Él me devolvió a mi misma. La chica que soñaba, que no escondía la tristeza en las mejillas, que no lloraba subiendo escaleras, que miraba por ventanillas para ver sin ojos nublados. La que le gustaba acortar distancias con besos sinceros, por la calle, en el cine, en una cama o en la vida, sin tener que esconderse. La que dejaba que su corazón hablara más que sus letras, y sus ojos mas que sus labios. A la que le costaba dejarse llevar hasta que encontró a alguien que cogió su mano y no la soltó…

Porque yo quería a Marcos como jamás había querido a otro en mi vida. Él se convirtió en todo para mí. Era mi norte en mis momentos de locura y mi sur cuando la vida no me sonreía. Era el bien cuando me despertaba con besos en la frente y el mal cuando follábamos como locos sin pensar en el amanecer. Era mi ancla cuando quería encallar en situaciones y las olas que me mareaban en otras. Era como una bomba de sentimientos que hizo olvidarme de mis anteriores fracasos y solo pensar en el presente con él. Era la paz en una guerra librada por miradas. Era una brújula que desordenaba mi  destino, ahora tan mezclado con el suyo. Era cosquillas en el vientre, y dedos entrelazados en su pelo. Era mi sueño en su máximo significado. Era una tormenta de verano que te moja los pies, un anticiclón en invierno que te calienta al sol. Era simplemente Marcos…y mi vida empezaba y acababa con él.


La Historia Rara del Chico Raro que le robó el nombre al amor. Parte 1: Casualidades Perfectas.


Marcos entró en mi vida como un huracán  que arranca tejados y lo deja todo desolado. Era de esas personas con magnetismo innato. Él movió los cimientos de mis convicciones, de mis ilusiones, de mi fe y de mi misma. Me traía ese aire nuevo que había ido dejando en relaciones que duran lo que dura lanzar una moneda al aire de la que siempre salía la cruz y cargaba de mentiras y frustraciones.
Había ido perdiendo la cuenta de los hombres con los que me vi en los asientos traseros de mi coche. Siempre sexo rápido. Siempre sin sentimientos. Vendiendo mi cuerpo, mis caricias, mis gemidos al mejor postor de esos sábados tristes, en los que después de ver cualquier pastelón de película, el primero que enlazaba dos palabras seguidas implicando algún tipo de contacto se llevaba el “sí”. Ellos venían cargados de oscuras perversiones, a las que yo accedía por la necesidad de evadirme de mi realidad. Y casi siempre terminaba sentada en la escalera al despedirme de ellos escuchando ese “ya te llamaré” llorando y deseando no sentirme una cualquiera mendigando cariño.
La primera vez que vi a Marcos yo paseaba al lado de uno de aquellos ligues esporádicos. La noche no iba demasiado bien. Como siempre yo hablaba demasiado, y él parecía tener su máximo interés en llegar a la parte final de aquel encuentro. La verdad es que no recuerdo de que hablaba cuando pasó por mi lado, rozándome sin querer. Fue uno de esos momentos eléctricos, que te dejan sin respiración, sin palabras, incluso sin vida si no fuera porque desde entonces sabes que él respiraba el mismo aire que tú…en algún lugar de aquella ciudad. Aquella noche me despedí sin dar ningún beso, y no sé realmente si aquella cita fue mal por aquel tío serio, por mí o porque tenía el deseo irrefrenable de salir corriendo y buscar a aquella persona de la que sólo toqué un centímetro de su piel…pero que pondría después mi mundo del revés.
Desde  entonces supe que tenía que encontrarle. No sabía su nombre, ni donde vivía, ni quien era…a veces incluso no sabía si era real. Pero el recuerdo del contacto de su piel me hacía darme cuenta de que si no lo encontraba, nunca iba a volver a sentir aquella descarga que el provocaba en mí. No supe hasta entonces que mi fe en el destino iba mucho más allá de lo que pensaba y sabía que aquel chico raro y yo nos encontramos como una casualidad, pero mi camino se ligo al de él sin yo quererlo, sin ser intencionado…como cuando se ligan los sentimientos con los de otras personas, sin que nos demos cuenta.
Estuve a punto de perder la esperanza cuando pasaron unos meses y nunca más volví a encontrarme al chico raro. Lo llamaba así porque no sabía su nombre, y porque supongo que la rara era yo y preferí traspasárselo a él hasta que supiera quien era.
 Y un día de esos que no tienen nada de especial. Que te despiertas con la intención de hacer lo mismo, de vivir lo mismo, de pensar lo mismo…llegó él.
Era fotógrafo. La segunda vez que lo vi tenía la cámara en la mano y una bicicleta al lado. Realizaba fotos en un puente que había cerca de mi casa. Era un día de septiembre nublado. El verano me había parecido el más frío que había pasado. Puede que los besos congelados en las madrugadas en las que no estaba sola habían contribuido a disfrazar aquellos días con un traje de invierno que amenazaba con quedarse el resto de mi vida.  Y allí estaba él…rodeado por esa energía eléctrica que tanto me atraía…era ese imán que reclama a otro, esa luz que me atrapaba como si yo fuera un insignificante insecto, y él el sol mas brillante que había visto jamás.

Y supe desde ese momento que quería pasar el resto de mis días con él.

No sé porque he escrito la Historia Rara del Chico Raro que le robó el nombre al Amor. Una mañana me desperté y ahí estaban enlazadas todas las palabras que contaban todo lo que me pasa con el, todo lo que me puso pasar, o todo lo que me pasará. Puede que Marcos exista, o puede que tan sólo fuera un sueño de una noche de insomnio. Puede que algún día lo encuentre, o puede que ya esté a mi lado. Tan sólo hay una cosa clara...es una historia de sentimientos, esos que creía que había perdido para siempre...así que Marcos me recordó que aún estaban...en alguna parte de mí...

Si yo te digo ven...

Ven. Solo puedo decirte eso. Ven. Tres letras que contienen un ruego. Ven. Hemos pasado tanto tiempo hablando de trivialidades y ahora me doy cuenta de que no te he dicho lo más importante…que me gustas y que esperaría una eternidad por ti si al final del camino decides torcer y volver hasta donde esté yo.

Ven. Como quieras y cuando quieras. Ven descalzo o de puntillas y entra con paso firme al llegar que yo tendré el corazón preparado para ti. Porque no anhelo nada más que vengas y que entres en los lugares que ahora desolan mi alma. Pon risas y besos donde estén mis heridas. Ven que tengo mil caricias que no se escapan aún de mis dedos porque todas esperan que vengas. Y así el día que llegues con el dorso de mi mano sentiré tu barba, y en el hueco de tu cuello descansare mi cabeza. Pero ven. Porque no sé cuanto tiempo más podré hacerle malabares a mi vida mientras que tú no estás. Así que ven…que te necesito aquí. ..Ahora... Real. …Ven.

Gira en mi dirección.

El día que entiendas que cada palabra, cada coma, acento o punto que ves aquí es para ti…no habrá excusas, no habrá horarios, ni más obligación que la de besarme en los parpados a la hora de dormir. Y entenderás que mi vida no es mas que una sucesión de frases inacabadas que esperan que tú algún día gires en mi dirección.

El sueño de una noche de verano.

Entonces llega un momento en el que algo o alguien te devuelve la sonrisa. Siempre ha estado ahí, no sabes muy bien como o cuando llegó, no recuerdas cuando fue la primera vez que lo viste, pero de repente brilla, prestas atención y te das cuenta de que tu sonrisa estaba a la vuelta de la esquina impregnándose poco a poco de su piel y su luz. Sabes que probablemente sea una ilusión más desvanecida en el camino, pero que bien sientan los pasos cuando intentas alcanzarle. No sé si te has escapado de un pasaje de Shakespeare y te apareces ante mi como el sueño de una noche de verano mezclándote con sudor y risas. Y tampoco sé si estos cosquilleos frenéticos tienen una fecha de caducidad próxima. Pero puedo decirte que me encanta que mis ojos te persigan sin que lo sepas, buscándote en oscuridades cuando juegas al escondite y saber que el roce de tus dedos me hace revivir mil vidas que creía perdidas.

Tormentas de Verano.


Los recuerdos de tus días llegaron en forma de tormenta una noche de julio. Que contradicción, era verano y no era capaz de ver más que lluvia detrás de los cristales. Fue esa sensación de volverte a ver como el primer día la que me trajo la lenta condena de saberte lejos y en manos de otras.
Cerraba los ojos y nos veía a ti y a mi en aquel mes de abril en el que el destino quiso jugar conmigo a su antojo y recordarme que no importaba cuanto dejara de lado lo que pensaba de mí, el siempre iba a estar ahí en forma de rostros amables que disparaban palabras hirientes en los momentos menos pensados.
Aquel día no pude usar mi mala costumbre de llegar tarde. Tenía tantas ganas de verte que espere sentada en la puerta del metro a que fuera la hora en que me venias a recoger. Recuerdo tu olor sentada en tu coche, tus miradas de reojo, el sudor de mis manos. Recuerdo que nos perdimos por calles que yo conocía de sobra, pero que tu presencia mezclo dejándome aturdida. Como podía saber yo que aquella desorientación iba a durar mucho mas que una noche. Ahora me veo aquí sola, recordando el primer beso que me robaste, las copas de vino, los dedos entrelazados mientras conducías. Y las lagrimas de aquella noche, de la siguiente y de todas las que después vinieron sin ti.
Como no voy a recordarte en aquella cama. Como no me van a llegar tus recuerdos agridulces, de tu sudor mezclándose con el mio…pero también de tus reproches callados cuando a veces me volvías la cara.
Yo en cambio solo podía mirarte. Mirarte y pensar que te quería cerca toda la vida, sin saber que tus planes eran los de marcharte por la mañana, sin dar los buenos días, sin volver la vista atrás. Nunca podría explicar con palabras lo sola que me sentí en aquella habitación extraña, contigo pero sin ti. Aquel día hiciste ganar a mis complejos, esos que siempre que alguien nuevo llama a la puerta me recuerdan los sentimientos de aquella noche de primavera.
No sé como ponerle fin a esto. El olvido suena en bocas ajenas de forma tan fácil, que el nudo denso de mi garganta no se corresponde con lo que me intentan decir. A mi ya no me queda nada tan lejos como estamos el uno del otro. Y sólo puedo abandonarme a la noche, a los recuerdos, a mis complejos, a abril, a ti.

Adicciones inconfesables.

No es un día malo…ni dos, ni tres…no es un vuelva usted mañana que habrá sonrisas a todas horas…es una adicción a la tristeza…creo que me he vuelto adicta del vicio mas inconfesable e irremediable que hay…el de tu presencia.
He pecado una y otra vez en tus palabras…no quise escuchar a los que en la escuela del amor ya habían obtenido el titulo y ahora aquí me veo con sudores fríos por la noche que empapan las sábanas y no me dejan dormir…supongo que es el mono de ti…de tus pequeñas cosas, de las sonrisas al levantarme y ver un “buenos días princesa!”…volví a ponerme vendas que había enterrado y de nuevo me llevaron a callejones que de sobra sabia no tenían salida. ¿Y que importaba si contigo me sentía viva? Ahora que difícil es ser, sentir, estar…vivir…
Admito que he recaído una y otra vez. No puedo dejar escapar esa parte de ti que aún hace que busque tu esencia por todos los rincones de la ciudad. Tu recuerdo me persigue a cada paso que doy…en cada esquina que doblo intento buscarte…y entre las sonrisas de la gente quiero ver la tuya…y no estas. A veces decido ponerme camisas de fuerza para no seguir atentando contra mi y mato recuerdos con bombas que yo misma fabrico…y por mas que quiero olvidarte no puedo evitar volver a ser reincidente y reengancharme a ese estado de tristeza que dejaste cuando te fuiste…hoy como tantos días te echo de menos incluso mas de lo que puedo soportar…

De cuando...



Y a veces una simple palabra puede romper todo lo que construyes...y llegan estas noches...
De cuando la primavera se volvió invierno en una noche cualquiera. De cuando tu voz se apagó a medianoche. De cuando la vida se tornó de nuevo en negros y grises. De cuando las melodías son tristes. De cuando las madrugadas te lloran. De cuando un segundo fuiste mío y al siguiente estabas lejos. De cuando no supe decir hasta aquí. De cuando mis miedos poseen mi vida. De cuando echaste sal a mis heridas. De cuando fui esclava de mis palabras. De cuando desaparecieron tus besos. De cuando tu naturaleza efímera se convirtió en mas efímera  De cuando los estados oníricos llegaron a su fin. De cuando tus canciones sonaron más lejanas. De cuando los senderos se acabaron. De cuando mis lagrimas borraban las sonrisas que ayer creabas. De cuando tuve que decir adiós cuando solo quería bienvenidas con besos.